En nuestra pasada reunión de varones, nuestro hermano Fidel nos compartió un mensaje nacido de la experiencia y el quebranto, tocando una fibra sensible para todos nosotros: el miedo a la vulnerabilidad.
A través de su testimonio, nos recordó cómo, en medio de las pruebas difíciles que el Señor permite en nuestras vidas, a menudo descubrimos que nuestra supuesta “fortaleza” masculina no es más que una coraza de orgullo. Muchos de nosotros, por temor a perder el respeto o a no vernos como “líderes maduros”, ahogamos el dolor y nos negamos a buscar el consuelo de los hermanos, olvidando que Dios “no abandona a sus hijos, sino que los disciplina y restaura” (2 Timoteo 3:16).
El Círculo del Escarnio
Nuestro hermano nos confrontó con una realidad que se ha infiltrado en la cultura masculina, incluso dentro de la iglesia: el “Círculo del Escarnio”.
Fidel describió cómo desde jóvenes aprendemos un mecanismo de defensa mundano: para no ser el blanco de las burlas, nos unimos a los escarnecedores. Aprendemos que “para no ser lastimado, hay que aprender a herir”. Este patrón de chistes pesados, apodos y sarcasmo crea un ambiente inseguro donde la vulnerabilidad se castiga con risas, impidiendo que haya una verdadera comunión y confesión de pecados.
“Echa fuera al escarnecedor, y saldrá la contienda, y cesará el pleito y la afrenta.” — Proverbios 22:10
Un Refugio de Gracia
La enseñanza concluyó con un llamado urgente a ser diferentes al mundo. La iglesia no debe parecerse a un vestidor deportivo o a una oficina secular donde domina la ley del más fuerte.
Se nos invitó a construir juntos un ambiente donde reine la gracia; un lugar seguro donde un hombre pueda decir “estoy dolido” o “me lastimaste” sin temor a ser humillado. Como nos recordó el hermano Fidel, citando al Señor Jesús: “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Que nuestras palabras sean para edificación y no para destrucción, reflejando así el carácter compasivo de Cristo.