viernes, 28 de noviembre de 2025

Rompiendo el Círculo del Escarnio

Por Fidel Pérez

Rompiendo el Círculo del Escarnio

En nuestra pasada reunión de varones, nuestro hermano Fidel nos compartió un mensaje nacido de la experiencia y el quebranto, tocando una fibra sensible para todos nosotros: el miedo a la vulnerabilidad.

A través de su testimonio, nos recordó cómo, en medio de las pruebas difíciles que el Señor permite en nuestras vidas, a menudo descubrimos que nuestra supuesta “fortaleza” masculina no es más que una coraza de orgullo. Muchos de nosotros, por temor a perder el respeto o a no vernos como “líderes maduros”, ahogamos el dolor y nos negamos a buscar el consuelo de los hermanos, olvidando que Dios “no abandona a sus hijos, sino que los disciplina y restaura” (2 Timoteo 3:16).

El Círculo del Escarnio

Nuestro hermano nos confrontó con una realidad que se ha infiltrado en la cultura masculina, incluso dentro de la iglesia: el “Círculo del Escarnio”.

Fidel describió cómo desde jóvenes aprendemos un mecanismo de defensa mundano: para no ser el blanco de las burlas, nos unimos a los escarnecedores. Aprendemos que “para no ser lastimado, hay que aprender a herir”. Este patrón de chistes pesados, apodos y sarcasmo crea un ambiente inseguro donde la vulnerabilidad se castiga con risas, impidiendo que haya una verdadera comunión y confesión de pecados.

“Echa fuera al escarnecedor, y saldrá la contienda, y cesará el pleito y la afrenta.” — Proverbios 22:10

Un Refugio de Gracia

La enseñanza concluyó con un llamado urgente a ser diferentes al mundo. La iglesia no debe parecerse a un vestidor deportivo o a una oficina secular donde domina la ley del más fuerte.

Se nos invitó a construir juntos un ambiente donde reine la gracia; un lugar seguro donde un hombre pueda decir “estoy dolido” o “me lastimaste” sin temor a ser humillado. Como nos recordó el hermano Fidel, citando al Señor Jesús: “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Que nuestras palabras sean para edificación y no para destrucción, reflejando así el carácter compasivo de Cristo.